segunda-feira, 4 de outubro de 2010
Somos los arquitectos de nuestras vidas by Laura Sorondo
«Arquitectura» proviene del griego «αρχ» (arch), cuyo significado es «jefe\a, quien tiene el mando», y de «τεκτων»(tekton), es decir «constructor o carpintero». Así, para los antiguos griegos el arquitecto es el jefe o el director de la construcción y la arquitectura es la técnica o el arte de quien realiza el proyecto y dirige la construcción de los edificios y estructuras, ya que, para los antiguos griegos, la palabra «Τεχνη (techne)» significa saber hacer alguna cosa.
Y ahí es donde me gusta la idea y me detengo. Cada uno de nosotros somos quienes tenemos el mando de nuestras vidas.
Desde pequeñitos se nos han otorgado cimientos y estructuras “prestadas”, nuestros padres y maestros nos fueron formando con las estructuras que ellos consideraban las mejores y las más acertadas. Con el tiempo, nos vamos dando cuenta que dichas estructuras tal vez ya no sean de utilidad. Cuando tomamos conciencia que como constructores de nuestra realidad debemos “auto domesticarnos” y reeducarnos, adoptamos las estructuras que más se acercan a nuestra propia naturaleza. Estos cambios son bastante difíciles de transitar ya que probablemente nos inunde un sentimiento de culpa e incluso la sensación de que estamos siendo infieles a los preceptos y condicionamientos que por años han sido traspasados de generación en generación, a través de nuestros antecesores. Y allí comienza la búsqueda interna. Los replanteos y la búsqueda de nuestras propias estructuras. Y sobretodo, comienza la reconciliación con los “vestidos” del pasado, a los que le diremos “muchas gracias estructura tal, has sido de mucha utilidad todos estos años de mi vida, agradezco tu compañía y tu cuidado, pero luego de tantos años vividos, y de experiencias realizadas, es hora que nos digamos adiós, encontraré otro cimiento que para este momento de mi vida sea el más adecuado para ser auténtica y fiel a mi misma”. Y así con todo el afecto que la estructura que dejamos atrás se merece, cambiamos una forma de pensar, de ser o de accionar, para formar aquella que sea más adecuada con nuestro verdadero ser, que nos haga más auténticos y que sobretodo nos acerque cada vez más a la humanidad con la que fuimos premiados al venir a este mundo.
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